sabato 19 marzo 2011

Las extrañas muñecas de Pía


Una niña se quedaba todo el día en su cuarto jugando con sus muñecas. Se llamaba Pía, sus papás trabajaban todos los días y todo el tiempo, así que había una señora que la cuidaba y que se ocupaba de ella mientras que llegaban sus papás.
Pía tenía todos los tipos de muñecas posibles, su cuarto tenía muchas repisas y mesitas con todas las muñecas.
Un día ella se despertó con ganas de invitar a sus vecinos, que tenían más o menos su edad. Sus papás todavía no habían salido para el trabajo, se levantó temprano para poder hablar con ellos y les preguntó que si por la tarde podía invitar a sus amiguitos de al lado. Los papás le dijeron que sí los podía invitar, pero que tuviera cuidado con sus muñecas caras. Ella se puso muy contenta y esperó todo el día con mucha ansiedad. Cuando ya eran las dos de la tarde llegaron sus amiguitos. Jugaron mucho con sus muñecas, pero a Pía le dio sueño así que se acostó en su cama y se durmió.
Al día siguiente revisó que sus muñecas no estuvieran dañadas y notó que tres de sus treinta muñecas estaban como mordisqueadas y se puso muy triste. Se quedó todo el día triste, sentada sobre su cama hasta que muy tarde llegaron sus papás. Apenas llegó su mamá, Pía le contó todo lo que le había pasado. Su madre, María, le dijo que ella ya se lo había advertido y que había debido tener más cuidado. Pía se acostó muy triste y al día siguiente descubrió que había una nueva muñeca rota. Era lunes festivo, su mamá trabajaba pero su papá no. Pía entonces fue corriendo al cuarto de su papá para contarle lo de la muñeca y él le dijo que tenía un primo científico y que la llevaría a su laboratorio para que las examinara porque era muy raro que  la muñeca se hubiera dañado sin que nadie la hubiera tocado.
Fueron al laboratorio esa misma mañana. Sergio, el primo del papá, les dijo que había como unas telarañas entre el pelo de las muñecas pero que no parecían hechas por arañas.  Regresaron a la casa y vieron que el número de muñecas dañadas había aumentado y quedaban solo quince buenas. Como era ya de noche, el papá le prometió a Pía que la mañana siguiente le llevaría otra vez donde Sergio y que llevarían unas muñecas dañadas y una buena y Pía se entristeció mucho porque no quería que le dañaran otra muñeca buena porque habrían quedado catorce. Llegaron y Sergio examinó una de las muñecas rotas y solo vio otra vez esas telarañas raras, así que le preguntó a Pía, si podía abrir la que estaba buena, examinó también esta y dijo que había como un animalito parecido a una pulga que se estaba comiendo todas sus muñecas y que podía ser que cuando volvieran a la casa toda las muñecas habrían estado dañadas. Volvieron y era verdad lo que había dicho Sergio, ¡todas las muñecas estaban rotas! Pía se puso a llorar y a llorar porque sus muñecas eran unas de las cosas más importante para ella y sabía que sus papás no tenían bastante plata para comprar otras muñecas así que Helena, su niñera propuso que Pía les pidiera una pequeña platica a cada miembro de la familia y así habría recaudado suficiente plata para pagar unas muñecas. La consiguió, fueron a una tienda de juguetes para niños y vió tres muñecas que le facinaron. Entraron y vieron que el dueño estaba desesperado porque las muñecas y otros juguetes estaban dañados cómo los de Pía.
Asustados por este trágico y raro evento decidieron ir a hablar con el alcalde de el pequeño pueblo.
Cuando llegaron a la alcaldía, buscaron al alcalde, le contaron todo lo que había pasado a todos ellos, en los pasados días. El alcalde, que no sabía qué responderles, se sentó a pensar y como tenía un dedo postizo porque se lo había mordido un tiburón al ponerse las gafas, la niña se dio cuenta y exclamó sorprendida: “¿Qué le pasó a su dedo?”.
El alcalde se miró el dedo y al ver que el dedo postizo estaba mordisqueado, se asustó tanto que le dio un INFARTO y se murió.



ANNA BATTAGLINI 

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